"Trece a la mesa, dolor de cabeza"
Todas las supersticiones que aparecen como signo de suerte o desgracia en la mesa, tienen una remota justificación, y aún en el siglo XXI, seguimos atados a ellas. Los 13 a la mesa, tiene su origen en la “Ültima cena”, donde, de los trece comensales, uno muere ahorcado después la traición y el anfitrión crucificado. Si usted ha sido invitado a una mesa con esta cantidad de comensales, no se abstenga ni haga comentarios, porque lo único que va a lograr es sugestionar a quienes se sientan más atraídos por este tipo de creencias. Si usted es un anfitrión supersticioso, evite el número infeliz y aunque sea, siente a un amigo para emparejar la cantidad.
"Derramar vino, buen desatino; derramar sal, mala señal"
Las supersticiones existen como expresiones externas de las tensiones y ansiedades que dominan a la humanidad. Más allá de que uno crea o no, lo cierto es que aprendemos a coexistir con ellas, al punto que condicionan nuestros reflejos más auténticos.
¿Quién no lo ha pensado dos veces antes de pasar la sal de mano en mano para evitar que la mala suerte nos caiga encima?
El origen de esta superstición se remonta a los tiempos en que la sal era usada como moneda de pago, de ahí el término salario. Como el empleador entregaba a su empleado el valioso mineral “en mano”, si alguna partícula se derramaba en el camino, creaba pelea entre ambos, generando un ida y vuelta de acusaciones, sin poder delimitar si había sido mal entregada o mal recibida.
Por ese motivo, la operación se empieza a hacer sobre una mesa, en la que el empleador debía apoyar la sal antes de que la tomara el empleado, para desligarse de culpas posteriores. Absténgase el supersticioso de crear escenas innecesarias al pasarle la sal a su vecino de mesa.
El fanatismo de su creencia lo puede hacer pasar por antipático o maleducado si quien la recibe desconoce su evidenciado origen, ya que cuando pasamos objetos en una mesa, se hace de mano en mano. Sólo en este caso por tratarse de una creencia popular muy arraigada a nuestras costumbres, puede estar disculpado.
"Al filo de la sospecha"
En plan de no tentar a la mala suerte hay que tener cuidado con la ubicación de los cubiertos, especialmente con los cuchillos. Jamás el filo apunta al vecino cuando se coloca sobre la mesa o mientras descansa en el plato entre bocado y bocado.
Estos descuidos frecuentes eran antiguamente malinterpretados y provocaban discordia entre los invitados. Por eso tampoco es elegido como un objeto para regalar: traen pelea. Si usted llegara a recibir uno como presente y duda de su futura relación con quien se lo entregó, entonces debe pagarle con una moneda del mínimo valor para que el regalo se transforme en una compra y automáticamente deshará el maleficio, pero jamás rechace un regalo por más que su suerte se ponga en juego.
Por el contrario, derramar vino era presagio de felicidad en recuerdo de las antiguas libaciones que precedían a los sacrificios. Y hay quienes para demostrar esta felicidad mojan el dedo índice en el mantel empapado y dibujan la señal de la cruz en la frente del comensal más cercano mientras exclama “¡alegría, alegría!”.
Creo que no hacen más que disimular un accidente bochornoso para no hacer sentir mal a quien además de volcar la una copa, manchó el mantel de su anfitrión. Los accidentes ocurren y son frecuentes en la mesa. Frente a estas situaciones absténgase de bautizar a su vecino de mesa y haga de cuenta (en lo posible) que no pasó nada.
La superstición dice que al terminar la comida jamás debe doblar la servilleta como la encontró originalmente, ni colocarla dentro del servilletero, pues está marcando el final de su relación con el dueño de casa. Permítanme que les diga que más allá de las creencias, una servilleta después de haber sido usada, nunca se vuelve a doblar, sino que se deja a un costado del plato como signo de que fue utilizada durante el servicio.
La etimología de la palabra, remite a la idea de que la superstición es una creencia que está “por encima de”. Es incoherente, sin base racional alguna, pero no por ello hay que desacreditar a quienes reafirman sus vidas alrededor de ellas.
Si se ve envuelto en alguna de estas escenas y es supersticioso cruce los dedos y si no, encomiéndese a Dios; ahora conoce el nacimiento de estos mitos que se transmitieron de generación en generación, muchos de los cuales conforman el verdadero origen de determinados comportamientos en la mesa.