Que la comida de un restaurante sea rica es fundamental, pero fuera del plato en sí mismo, hay muchos factores que pueden hacer que tu salida sea excelente, o desastrosa. En Planeta JOY consultamos con los más importantes arquitectos, diseñadores y restaurateurs de Buenos Aires, y averiguamos cuáles son las nuevas tendencias en materia de diseño de restaurantes. A continuación, 10 claves para entender por qué hay restaurantes a los que no va nadie a pesar de que tienen buena comida. Y por qué otros, sin estar en la vanguardia gastronómica, logran imponer un estilo que todos quieren imitar.
1. Revolviendo el baúl de la abuela. ¿Quién hubiera dicho que lo más trendy resultaría ser un vivo homenaje a la casa de nuestras abuelas? El último grito de la moda –lo decimos como lo dirían ellas- exige espacios ambientados con un tinte hogareño y familiar, con la mesa bien puesta, para comer como antes. Se usa vajilla de los años 70, jarras de cerámica con jugos exprimidos en el momento y la comida se sirve en fuentes y, recién en la mesa, de la fuente al plato. Este estilo se ve claramente, por ejemplo, en Oui Oui (Nicaragua 6068, Palermo).
2. Cocinas a la vista. Hace ya un tiempo que los dueños de restaurantes empezaron a entender que a los comensales les genera confianza que las cocinas se vean. A los chefs les resulta un plomazo, pero las cocinas no sólo tienden a estar a la vista de los clientes, sino que además apuntan a convertirse en protagonistas del restaurante. En Sudestada (Guatemala 5602, Palermo) el “show culinario” se expone en vidriera. Otro restaurante para ver cocineros en vivo es Manero (Monroe 899, Belgrano), donde entran y salen platos de dos enormes hornos de barro.
3. Los mozos con tonada centroamericana. Nada más lejano al viejo y servicial camarero de moño que te trataba de usted y que era bueno o malo de acuerdo a su memoria, su velocidad y su sapiencia gastronómica. Para bien o para mal, hoy los restaurantes buscan mozos que sean “diferentes”. Ya no alcanza con que sean gays (una tendencia que se viene dando desde hace ya cinco años). Seguramente, el atributo que mejor cuaja hoy es “exótico”. Si no es raro desde su sexualidad, que sea (o al menos parezca) centroamericano o de algún otro país de acento radicalmente distinto al porteño. En Sabbia Liquor Bar (Ayacucho 1240, Barrio Norte), casi ningún mozo parece ser argentino. Otro ejemplo extremo es el de Palermo D.C. (Carranza 2202, Palermo), un rinconcito simple y sin pretensiones donde el mozo saluda: “Hola, papi; Hola, mami”.
4. Los pizarrones-menú. Una tendencia que comenzó hace algunos años y sigue creciendo. Los clásicos pizarrones negros escritos con tiza blanca o de colores aparecen en todas partes: en las veredas ofreciendo menús ejecutivos y platos del día, o colgados en las paredes del restaurante reemplazando al menú impreso, como en Las Pizarras (Thames 2296, Palermo). Otro sistema de moda es el mozo que lleva el pizarrón mesa por mesa y lo lee en voz alta frente a los comensales. Esto se hace desde hace tiempo en las diferentes sucursales de La Parolaccia. Otra opción es presentar el “menú del día” en una hoja de block, como en Cusic (El Salvador 6016, Palermo).
5. Lo estándar. El restaurante Standard (Fitz Roy 2203, Palermo), diseñado por Horacio Gallo, es uno de los que mejor encarna esta tendencia en ambientaciones donde se destaca la simpleza y el minimalismo, los blancos y los colores madera. Lo fundamental –a diferencia de los espacios que tienen un collage de estilos- es la homogeneidad. Todo remite a una época en particular y no cuadran, en estos casos, las mezclas cocoliche.
6. El lujo sin brillo. El lujo contemporáneo no está asociado ni a los brillos ni al dorado, sino a materiales verdaderos y crudos. Miranda, por ejemplo, sigue siendo “cool” en algunos aspectos gracias a sus paredes de micro-cemento. La gente ya está saturada del color wengue, como el de las mesas de Soberbia 22 (Guatemala 5600, Palermo), y de las texturas laqueadas.
7. Adíos a las mesas bajas. Basta de comer agachados e incómodos. No hace tanto se impuso la moda de las mesas y los sillones bajos, e incluso los almohadones en el piso. El sentido común y la gravedad como principal artífice de la digestión se impusieron alejando al público de las experiencias “orientales”. Bueno lo del indio Taj Mahal (Nicaragua 4354, Palermo), que abrió el año pasado y optó por las mesas altas. Hay cosas que podemos imitar y otras que no, y la sabiduría radica en entender cuáles pertenecen a cada grupo.
8. El efecto Carla Bruni. Nada como la buena música para generar clima. En el caso de los restaurantes, el secreto está en que los tonos no contribuyan al ruido ambiente. En esta línea, no son pocos los que se sumaron a la movida de musicalizar sus espacios con tonadas suaves en donde las voces femeninas sensuales y susurrantes son protagonistas. Está claro: desde la residencia de Sarkozy hasta el restorancito porteño, el efecto Carla Bruni se hizo sentir. Por otro lado, un restaurante pierde muchos puntos si hace sonar los trillados discos de Bossa n’Stones, Bossa n’80s, y demás bossas markeitneras, poco creativas y totalmente demodé. En Mandarina’s Café (Arcos 4001, Nuñez) no parecen tener discos que no sean los de esa colección.
9. Prohibidas las dicroicas. Las luces duras apuntando directo a las mesas están absolutamente out. Lo más top en materia de iluminación son las luces cálidas, envolventes y ubicadas a baja altura. En cualquier lugar, cualquier persona siempre busca agradar a los demás, cosa que difícilmente logra bajo el efecto monstruoso que ejercen las sombras duras, incluso en la cara de los más bellos. A Morelia (Baez 260, Las Cañitas), por ejemplo, le pediríamos urgente un cambio en la iluminación. Y a Little Rose (Armenia 1672, Palermo), simplemente, iluminación. Es desagradable comer en ambientes tan oscuros.
10. Durax toda la vida. Más que los cristales finos, se ven cada vez más los vasos gruesos tipo pírex. Así, los vasos tallados y semi-finos están dando lugar a los simples y más resistentes. Es todo parte de la onda rústica, en sintonía con las papas con cáscara y las hojas verdes cortadas a mano. El Bar Territorio (Estados Unidos 500, San Telmo), es un clásico ejemplo de lo trendy emparentado con la rusticidad.
Por Valentina Vescovi y Aixa Rocca