1. Hamburguesa completa
La mayonesa que cae por los costados, el tomate que se desliza junto con la lechuga y los dedos aferrados a las dos rebanadas de pan para evitar la destrucción absoluta. Ni hablar de las migas que adheridas a los labios, la salsa que cae sobre el escote y los dedos pegote. Pedir la hamburguesa con sólo con queso es una buena alternativa.
2. Fideos con tuco
Plato que presenta muchos inconvenientes. Ante todo, no tiene onda. Después, no es fácil comer tallarines con elegancia. Siempre hay un fideo rebelde que se desliza fuera de la boca y que se debe que succionar poniendo cara de yo no fui. Además, está el riesgo de mancharte la ropa. Y ni se te ocurra mojar el pan en la salsa.
3. Pizza canchera (o cualquier otro plato con mucho ajo)
Nada menos seductor que un aliento de perros que no desaparece ni siquiera después de un lavado de dientes con pasta Noc hiperconcentrada. No hay Tic Tac, Halls, ni Odol que puedan con el fatal efecto ajo. Si te ilusionás con terminar a los besos, empezá por cambiar de plato.
4. Ensalada verde
Evitala. Siempre te va a quedar entre los dientes algún cachito de hoja rúcula, espinaca o radicheta. Frente a una dentadura multicolor, tu cita se optará por el silencio para evitar incomodidades. Cuando llegues a tu casa preguntándote por que no pasó nada y te mires en el espejo, te vas a querer matar.
5. Guiso de lentejas
El efecto es evidente: gases. No queremos, ni necesitamos ser más gráficos. Que cada uno pida lo que quiera, mientras tenga claro los riegos a los que se atiene.
6. Mondongo
¡Qué lindo! Estamos en el año del bicentenario y vamos a festejar con platos bien criollos y tradicionales. Ahora, incluso si tu primera cita cae un 25 de mayo, no da que te pidas mondongo, locro o puchero. Todo bien con el sentimiento patriótico y tu onda gaucha, pero no lo olvides: estás en una date, no en lo de tu abuela.
7. Postre bomba atómica
Todo restaurante tiene su “postre de la casa”. Y cuando ves que un mozo la lleva a otra mesa, te enamorás: flan, crema, helado, chocolate, frutas, todo en una torre de veinte centímetros de alto. ¡Contenete! Vas a quedar como un gordo/a desesperado/a. Guardate las ganas para compartirlo en la segunda o tercera salida (si es que llegan a esa instancia). El consejo aplica también a brownies, panqueques y a todo postre que incluya chocolate, crema y dulce de leche a la vez.
8. Platos picantes
En Argentina ni los platos más picantes son taaaan picantes como para agujerearte el estómago, pero si la querés jugar segura, evitá algunas recetas indias, vietnamitas y thai, generosas en chiles y ajíes. Por hacerte el exótico corrés el riesgo que pasarte media hora en el baño del restaurante clamando por una pastilla de carbón.
9. Pollo
Si la comida plantea una lucha encarnizada con la porción que te espera sobre el plato, mejor, pensalo dos veces. Desarmar un muslo de pollo, quitarle la piel, hincar el tenedor entre los cartílago para rescatar un mínimo pedacito de carne… es muy poco fino. Y después el plato queda hecho un enchastre. Lo mismo se aplica a la tira de asado y los pescados a la parrilla que uno debe caranchear. Por el contrario, un bife, o un filet nunca fallan.
10. La tercera botella de vino
Claramente, un buen tinto es la mejor opción para relajarse y descontracturar la cena. Pero si se te va la mano perdés, en todo sentido. Además de llevarte volcar la copa y llevarte cosas por delante, te queda la boca pastosa y la lengua violeta. ¿La solución? Siempre pedir agua para acompañar.
11. Gaseosas Light
Por Cecilia Acuña de Planeta Joy