viernes, 5 de febrero de 2010

INVITAR A UN RESTAURANTE

Si bien las normas de comportamiento no deben alterarse en casa o fuera de ella, cuando el lugar en cuestión es un restaurante, presenta ciertas particularidades que conviene tener en cuenta.

¿Cuál es el mejor restaurante?
Si en vez de en su casa, ha invitado a algunos amigos a un restaurante, hay determinadas normas para cumplir como anfitrión empezando por la reserva en el establecimiento.

Si realmente queremos quedar bien, lo mejor es: lugar bueno conocido que malo por conocer. La elección del lugar es clave de acuerdo con el motivo de la invitación. Para almuerzos de trabajo, evitaremos los lugares bulliciosos con mala acústica y aislamiento. Cuando las comidas son de negocios, estar bien servidos es una preocupación menos. El tipo de comida es importante y nos aseguraremos de que nuestros invitados estén a gusto con el lugar escogido, sobre todo si son étnicos o temáticos.

Distinto es cuando se trata de un festejo o por qué no, una cena romántica. Buscaremos lugares apropiados, nos aseguraremos del precio promedio por persona para que cuando nos traigan la cuenta no se ponga en evidencia nuestro asombro, nos cercioraremos que los toilettes estén accesibles si sabemos que uno de nuestros invitados sufre algún inconveniente con las escaleras, además que el lugar tenga una buena ventilación para no salir con el recuerdo impregnado en nuestras prendas, en fin.

Invitar a comer, no sólo en nuestras casas implica cierta planificación si queremos quedar bien con nuestros invitados.

Reservar es fundamental
Aún sabiendo que el lugar no presenta complicaciones sin reserva previa, es bueno anticiparnos para que Murphy. no nos juegue en contra justo ese día. De esta forma nos aseguramos “esa mesa redonda en el sector no fumador, que está al lado de la ventana con vista al jardín...”

Como anfitrión, deberá llegar antes de la hora convenida para recibir a sus invitados. El mismo podrá esperar en la misma mesa o en el bar, si lo hubiere. En el primer caso, deberá levantarse de la mesa ante la llegada de cada invitado; en el segundo caso el anfitrión puede sugerir tomar una copa hasta que hayan llegado todos.

Al pasar a la mesa, quien no haya terminado con su aperitivo, le ordenará al mozo que se lo acerque (si es que el mozo no se lo ofreció antes) pero jamás el comensal debe pasearse por el restó con la copa en la mano. En el caso de que aún falte algún invitado demorado, se lo indicará al maitre para que cuando llegue lo oriente hacia la mesa donde lo esperan.

Si usted es invitado y llega antes que el anfitrión, en caso que lo conduzcan directamente a la mesa reservada, no utilice ni la servilleta ni los servicios, ya que después pueden sugerirle que cambie de sitio, y aunque la sed lo desespere, espere antes de ordenar cualquier consumición.

Si mientras estamos en el restaurante, entra alguna persona conocida, basta con que le hagamos una señal de saludo. No es necesario que nos levantemos, aunque pase junto a nuestra mesa a no ser que se trate de un íntimo, un mayor o alguien especial.

El menú
Si el anfitrión no estableció un menú con anterioridad, cada uno elegirá el plato o menú que desee tomar, aceptando las “sugerencias” válidas de quien invita sin que suene a imposición. Ni bien nos hagan las sugerencias y tengamos la carta en mano, dejaremos la conversación para más tarde y elegimos los platos para no tener al personal esperando nuestra elección.

Siempre se debe ser cortes y agradecido con la persona que nos sirve la mesa. Si son muchos los invitados, conviene que quien invita elija dos opciones de entrada, dos de plato principal y dos de postre para que los invitados elijan entre uno y otro. Eso además nos ayuda a medir nuestro presupuesto. De más está decir, que si usted es el invitado y tiene rienda libre para elegir, no deposite el ojo en los manjares más caros, todo lo contrario, sea austero con su elección.

La mesa
Lo primero que hacemos es colocarnos la servilleta sobre el regazo como único lugar permitido y admisible para los adultos. Los baberos se reservan para los más pequeños y no para quienes no quieran ensuciar las corbatas porque lo único que lograrán es dejar en evidencia su falta de destreza en la mesa.

A diferencia de una comida en casa, tanto las bebidas como el pan, son el entretenimiento perfecto hasta que lleguen los platos. Recuerden que si ofrecen algún paté, pasta untable o unos rulitos de manteca, no se unta directamente desde el platito donde esta servido, sino que se lleva una porción discreta al plato de pan y desde allí untamos un trocito tamaño bocado que será cortado con la mano.

No se debe empezar a comer hasta que estén todos los comensales servidos, pero puede pasar que algún comensal haya pedido un plato que tenga una demora especial, como puede ser un risotto. En ese caso, acredite al resto a que empiece.

A la hora de pagar, el anfitrión que habrá solicitado con anterioridad que le tengan preparada la cuenta, se levantará con discreción en el momento del café y pagará volviendo a ocupar luego su lugar en la mesa y sin dar lugar a ningún tipo de comentario. Esta es la manera más elegante para evitar forcejeos cuando el mozo acerca la adición a la mesa. De más está aclarar que la propina, tema que ha traído diversas polémicas en estos días, es una gratificación y no un acto de caridad, por lo tanto el 10%, es la cifra correcta para quien nos haya brindado un servicio correcto y amable. Las quejas o reclamos, se harán fuera de la vista de nuestros invitados.

¿Cuándo agradecemos los invitados tan generoso gesto?
Al día siguiente con un llamado telefónico es lo justo, necesario y suficiente.

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