CONTINUACIÓN
Respecto de la Pacini, la autora afirmó que “si bien la aristocracia de la Buenos Aires de primera mitad de siglo XX siempre la resistió, la gente que la conocía la adoraba, principalmente en el ambiente del teatro”.
A ella se le deben “los avances en la lucha por los derechos del autor teatral y la creación en 1938 (bajo el gobierno del general Justo) de la Casa del Teatro, para refugio y vivienda de quienes hubieran contribuido con el desarrollo de la vida teatral”, agregó.
El cariño y respeto que sentían por esta mujer se refleja entre otros testimonios obtenidos por la autora para este libro, como el de Serafín Frois, el antiguo cuidador de la bóveda de los Alvear en el cementerio de Recoleta, que finalizado sus servicios continuó durante años yendo al lugar a mantener en condiciones la tumba de la ex soprano.
Para escribir este libro Cabrera entrevistó, entre otros, a Regina Valverde, la hija de José, el cochero que tomó Pacini apenas enviudó, a quien nombró su “ahijada del corazón” y cuidó hasta su muerte.
Esta artista, “que aportó tanto al mundo del arte y la cultura en el país y murió sola y rozando la locura a los 94 años (en la casa que compartió con Alvear en la localidad bonaerense de Don Torcuato) ni siquiera recibió los honores que le correspondían como Primera Dama que fue”, dijo Cabrera.
Cuentan que el abogado que administraba sus bienes, “además de estafarla había comprado con años de antelación el ataúd para Regina”, apuntó la escritora.
Cabrera recordó que “al momento de su muerte nadie dio aviso al presidente Justo, como hubiera correspondido, sino que el abogado subió el féretro a un tren y lo envió a la Casa del Teatro” que había inaugurado Pacini acompañada por Lola Membrives, Luisa Vehil y Enrique Muiño, entre otros.
“Me pareció terrible que no hayamos aceptado a una figura de su talla, responsable de que Radio Municipal transmitiera las galas del Colón para que pudieran escucharlas quienes no tenían acceso al teatro”, sostuvo la escritora.
“Por eso escribo sobre los que no escribieron la historia ni tuvieron la palabra. Para que cada lector pueda recapacitar sobre sus antecedentes como pueblo y como cultura”, concluyó Cabrera.
A ella se le deben “los avances en la lucha por los derechos del autor teatral y la creación en 1938 (bajo el gobierno del general Justo) de la Casa del Teatro, para refugio y vivienda de quienes hubieran contribuido con el desarrollo de la vida teatral”, agregó.
El cariño y respeto que sentían por esta mujer se refleja entre otros testimonios obtenidos por la autora para este libro, como el de Serafín Frois, el antiguo cuidador de la bóveda de los Alvear en el cementerio de Recoleta, que finalizado sus servicios continuó durante años yendo al lugar a mantener en condiciones la tumba de la ex soprano.
Para escribir este libro Cabrera entrevistó, entre otros, a Regina Valverde, la hija de José, el cochero que tomó Pacini apenas enviudó, a quien nombró su “ahijada del corazón” y cuidó hasta su muerte.
Esta artista, “que aportó tanto al mundo del arte y la cultura en el país y murió sola y rozando la locura a los 94 años (en la casa que compartió con Alvear en la localidad bonaerense de Don Torcuato) ni siquiera recibió los honores que le correspondían como Primera Dama que fue”, dijo Cabrera.
Cuentan que el abogado que administraba sus bienes, “además de estafarla había comprado con años de antelación el ataúd para Regina”, apuntó la escritora.
Cabrera recordó que “al momento de su muerte nadie dio aviso al presidente Justo, como hubiera correspondido, sino que el abogado subió el féretro a un tren y lo envió a la Casa del Teatro” que había inaugurado Pacini acompañada por Lola Membrives, Luisa Vehil y Enrique Muiño, entre otros.
“Me pareció terrible que no hayamos aceptado a una figura de su talla, responsable de que Radio Municipal transmitiera las galas del Colón para que pudieran escucharlas quienes no tenían acceso al teatro”, sostuvo la escritora.
“Por eso escribo sobre los que no escribieron la historia ni tuvieron la palabra. Para que cada lector pueda recapacitar sobre sus antecedentes como pueblo y como cultura”, concluyó Cabrera.
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